Nada de lo que le acababan de decir le sorprendía. Era
evidente desde el principio quiénes eran, pero se había negado a verlo. No
soportaba su situación actual, era cierto…pero tampoco le apetecía lo más
mínimo volver a la guerra. Aunque en todo aquello, algo sonaba a operación
especial divertida…emocionante…suicida. Sí, no podía estar tan mal. Pero mientras
dudaba, y aunque no era necesario, pues estaba a punto de soltar el arma, la
joven, apoyándose en la esquina del ascensor con las manos, le dio una patada
en la cabeza con ambos pies que le hizo perder el sentido unos momentos más
tarde. Unos momentos suficientes para ver como su pobre rehén caía degollado,
desangrándose como un cerdo.
Despertó recostado de mala manera en la parte de atrás de
una furgoneta, frente a la chica, que se estaba cambiando la ropa
ensangrentada. Decidió esperar un poco para mostrarse consciente, pues no
quería perderse semejante espectáculo. Su joven cuerpo era realmente hermoso,
dudaba mucho de las palabras del que parecía ser su superior, era imposible que
esa preciosidad hubiera estado en el frente como él, podría decirse que las
vidas de ambos habían sido completamente diferentes. Y lo de “nada que perder”…
puede que en eso sí coincidiera con ella, pero no con el suicida cuyo hermano
había decidido limpiar su nombre arriesgando y perdiendo la vida. En todo aquello había algo que no encajaba,
le ocultaban algo, estaba claro… ¿pero qué podía hacer él?
-Sé que estás despierto-dijo
la que tenía toda la pinta de ser su futura compañera de armas mientras se
metía otra ajustada camiseta. Era lo primero que le oía decir-. Abre los
ojos del todo, si te interesa puedes
mirar cuánto quieras.
-¿Eh?-Se limitó a responder,
haciendo como si acabara de despertarle.
-Total-continuó ella-ya te
debo una patada desde que me miraste por la mirilla….
Y dicho esto, volvió a
estirar repentinamente ambas piernas
hacia él, al tiempo que se ponía unos cortos pantalones. Esta vez no llegó a
rozarle, y sus pies descalzos quedaron a escasos centímetros del pecho del
chico, que, todavía algo aturdido, se estremeció de una forma exagerada,
echándose hacia atrás bruscamente y chocando con la pared metálica de una forma
bastante torpe.
-Joder con el veterano de
guerra-soltó, entre risas-Anda, vístete… Ahí tienes algo de ropa, escoge lo que
quieras… Pero recuerda que no debes llamar la atención, para este tipo de
misiones hay que ir discretos.
Discretos. Acababa de decir
que había que ir “discretos”. ¿Cómo era capaz de decir algo así? Ella llevaba unos
cortísimos shorts que no dejaban nada a la imaginación, y una camiseta naranja
fosforito, lo suficientemente ceñida como para hacer evidente que no llevaba
nada debajo y cuyo estampado rezaba “teta izquierda” y “teta derecha” en sendos círculos situados
donde es obvio.
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