domingo, 17 de febrero de 2013

Capítulo 1

CAPÍTULO 1.
El día que todo cambió amaneció como otro cualquiera. Se acabó de despertar a las tantas, intentando recordar lo que había estado soñando, intentando revivirlo. Seguro que era mejor que su asquerosa vida. Sobre todo si era una pesadilla. Sí, al menos no sería tan terriblemente aburrida. Desistió, tirando al suelo las mantas y abriendo los ojos de golpe. Pero qué sucio está techo. Definitivamente, así estaba mejor. Al vivir solo en un apartamento no tenía que preocuparse de la opinión sobre su falta de orden y limpieza como cuando compartía un piso, y más si era con chicas como la última vez.  Además, el escaso dinero que le pasaba el programa de reinserción social no le permitía más que esas opciones.
Chicas…lo único en el mundo capaz de hacerle ordenar un poco todo aquello. Aunque viendo como todo… ¿pero cuánto hacía que no….? Cerró los ojos. Había vuelto a olvidar hacerlo. Es terriblemente difícil recordar hacer algo antes de abrirlos. A tientas, se puso en pie frente a la ventana, y abrió ésta de golpe a la vez que sus ojos. La cegadora luz del nuevo día casi le hizo caer de espaldas a la cama. Se dejó caer. Esto le despertaba del todo, aunque no le impedía seguir acostado pensando en cosas que pudiera hacer desde la cama. De momento, besar su pequeño crucifijo, única herencia de su difunto abuelo, en un gesto más mecánico que religioso, más por seguir con la costumbre que por agradecer el nuevo día, y, por su puesto, más por su abuelo que por Dios. Aunque de todo había un poquito…
Puso ambos pies en el suelo de forma brusca y casi simultánea, aunque siempre procuraba que el derecho rozase los fríos azulejos un instante antes. Para “empezar bien el día”. Estaba especialmente frío aquella mañana. Le encantaba eso. No sentía el barro subir por entre sus dedos, no sentía el calor de un sol golpeando las rocas verticalmente, ni un de esas pequeñas piedrecitas que se clavan, oculta bajo el polvo del camino, pero aquél frío matutino que se extendía por su piel haciéndole tensar los tendones de Aquiles era suficiente para recordarle que seguía vivo.
De camino al baño, mientras inclinaba la cabeza un lado para estirar el cuello, introdujo la mano en su pantalón para rascarse y colocarse todo, con la misma mano que un instante más tarde se frotaba los ojos, y justo después el trasero. ¿Por qué tenía que estar tan lejos el baño de la cama? Hizo sus necesidades apoyando la espalda en la pared. Eso le hizo alegrarse de no ser una tía, lo que le hizo pensar en tetas. Y esto, además de hacerle algo más difícil su tarea, le hizo pensar en pectorales, lo que le recordó que aún no había sus flexiones matinales. Hay que ver cómo funciona el cerebro, pensó, recién despertado…qué lógico es todo…y…¿Qué tenía que hacer ahora? Ya estaba buscando algo para desayunar. Desde luego, lógico no es sinónimo de rápido.
-La gente debería quedarse con que me acuesto casi al amanecer escribiendo poesía y llorando por ti-Se dijo a sí mismo, aunque hablando al guardapelo con apenas unos cabellos de su difunta prometida y mientras miraba los sucios dedos de sus propios pies-. No con cómo me despierto…
Entonces, y por fin de forma definitiva, volvió a la realidad por enésima vez aquella mañana: alguien golpeaba violentamente la puerta gritando su nombre.

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