viernes, 13 de julio de 2012

Capítulo OCHO.

CAPÍTULO 8.
-Valentina –susurró Tannya un par de metros más atrás. Por una vez, el chico pensó rápido y comprendió al momento: él iba a por el hacha con la escopeta en la mano, y mientras, la había dejado sola e indefensa, sin qué defenderse. Y la pobre le pedía la navaja. Ni eso había sido capaz de dejarle. Por un momento, justo en el que le arrojó a “Valentina”,  pensó que debería dejarle el arma. Pero él necesitaría al menos su navaja. Se acercaba a la puerta, su parte era la más peligrosa. Sabía que era verdad, pero se sintió el ser más egoísta y despreciable del mundo. Por otro lado, a esa distancia, con una escopeta de cartuchos y además recortada, sin experiencia pero con miedo, la chica podía herirle intentando salvarle si se le echaba encima el asesino. O los asesinos, porque si había gritado delatando su presencia y situación, sería porque había alguien de su lado escuchando. Mejor quedarse el arma, pensó acariciando el gatillo. Y no le dio tiempo a pensar mucho más, porque en ese momento apareció alguien en la puerta, también agachado. Alguien que, con un desgarrador grito, recibió en la cabeza y a quemarropa el segundo disparo.
Tras una fracción de segundo que a Lyss le pareció de varios minutos, fue capaz de pensar. Aunque no tan atropelladamente, a pesar de todo, es como si hubiera una gran calma en su tormentosa mente. Podía ver que el cuerpo que había ante él, aunque con la cara completamente desfigurada, era el de un chico. Un chico bastante menor que él. Y con un pie de cabra en la mano. Y por la posición en la que había quedado, estaba dispuesto a hundirle esa palanca en el cráneo. Se giró hacia Tannya que, horrorizada, intentaba no mirar. Empujó el cuerpo a un lado para quitarlo de la puerta y que no pudiera verse desde el interior y, con lágrimas en los ojos, cogió la palanca, el hacha y la escopeta, y se dirigió junto a su novia. No era la primera vez que lo intentaba, pero sí la primera que conseguía matar a una persona del todo. Y había sido un chico joven.
-Te quiero-dijeron ambos al mismo tiempo cuando estuvieron uno frente al otro. E hicieron un esfuerzo por sonreír. Por sonreír cada uno para el otro.
-Seguimos coordinados -dijo la chica-. Como en los buenos tiempos… ¿Recuerdas lo ñoño que te ponías cuando nos conocimos? Tus poemas asquerosamente cursis me daban ganas de potar.
Otro intento de sonrisa.
-Como si no fuera eso lo que te enamoró de mí… Además, eras tú la que me ponías así…ahora me pones en otro sentido. -Calló como si se diera cuenta de que esas bromas estaban fuera de lugar. Su sonrisa se había borrado.
-Tú siempre me pusiste en el mismo sentido –dio Tannya haciendo acopio de una cruel frialdad para animarle. Pasó una mano por la bragueta del chico, ahora llena de salpicaduras de sangre-. Mira. Ahora tú eres el regloso.
-He matado a un pobre crío -de repente, ante el esfuerzo que hacía su novia por animarle, cambió de actitud- … Y el muy cabrón quería matarte… a ti…a mi princesita… Acabo de estrenarme como tu caballero.
-Entonces…¿Voy sacando brillo a tu espada?
-Bueno…que tu primer muerto sea un chico es como perder la virginidad violando a una niña…supongo que estaré preparado.
Chistes guarros y ofensivos. Lo único que, en cualquier situación, lograba arrancar sinceras sonrisas de buen humor a Lyss. Y de paso, aprovechaba las circunstancias, en las que sabía que Tannya no diría nada, para llamarla “niña”. Pero ella no reaccionó como el chico esperaba.
-Gilipoll..-empezó a decir. Pero la chica se levantó como si hubiera perdido el miedo a un disparo que le quitase la vida y la frase quedó inacabada. Tannya estaba pálida, paralizada. Seguro que en su infancia hubo algún tipo de abusos o violación, pensó el chico. Algún tipo de mal recuerdo, de trauma oculto bajo un salvaje comportamiento sexual, que acababa de hacerle revivir. Claro, por eso no podía decirle niña. Nunca había hablado bien de su padrastro. Mientras pudo, se sintió un lamentable novio, una escoria humana. Pero estaba muy equivocado mientras pudo pensar que era eso lo que le pasaba a Tannya, una chica cuya infancia había sido relativamente feliz hasta que sus alocadas hormonas la "obligaron" a escapar de una conservadora familia muy represiva. Mientras pudo.

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