martes, 6 de agosto de 2013

Tercer capítulo.

Acabó de comer sin dejar de pensar en su sonrisa. Hacía bastante que no se obsesionaba tanto con algo. Casi olvida prepararse para su…cometido. Casi pero no. Cogió todos sus efectos personales y se dispuso a salir. En caso de no volver, y ya que no tenía familia ni nadie que se preocupase por su desaparición, quería que su cadáver resultase fácil de identificar. Tenía en el antebrazo un diminuto tatuaje de una calavera pirata, de apenas un centímetro de largo, pero con sus dos tibias cruzadas y todo. Pero duda que nadie lo supiera…  Al igual que casi nadie, según él, sabía todo lo que significaba: rebeldía ante el sistema, crueldad sin límites, uso del terror y el miedo como herramientas para sus fines, frivolidad ante la vida, y recordatorio de la Muerte. Y de lo impredecible e inevitable que es ésta.
Se entretuvo pensando en trivialidades apenas relacionadas con ello mirando su propio antebrazo durante horas, hasta que la luz solar que entraba por la ventana a su espalda se tornó naranja anunciando la inminente puesta de sol. Casi apresuradamente, bebió tanta agua la sed de las horas sin hacerlo le pedían, fue al lavabo, y volvió a la ventana.

Algunas cosas cambian y otras siguen igual, decían en un videojuego frente al que solía pasar las tardes años atrás. Y podría cambiar la gente, la ciudad, el paisaje… pero aquel sol, el sol, era el mismo que en tiempos  pretéritos había inspirado la erección (cuando pensaba en estas cosas no era capaz de captar los dobles sentidos en su propio pensamiento) de Stonehenge y el viaje de Colón, y la construcción de las pirámides y la invención del astrolabio…pero también había contemplado la marcha de legiones romanas y tercios viejos, y masacres como la de Amberes, Cartago, Auschwitz,  o las de los nueve saqueos de Roma. Y ahí seguía. Impasible. Alumbrando con su poderosa luz a los hombres en su actos, buenos, malos, o peores. La belleza de este sentimiento era lo suficientemente hermosa para ser digna de recordarse con una eterna, o al menos vitalicia, cicatriz, decidió, así que, sin apartar sus contraídas y doloridas pupilas del astro rey, sacó la más pequeña y afilada navaja de las cuatro que llevaba y se hizo u diminuto pero profundo corte en su hombro. Y salió a las, ahora oscuras, calles. 

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miércoles, 3 de julio de 2013

Segundo capítulo.

Al llegar al portal de su casa, no pudo evitar que lo que vio le hiciera sonreír: Un camión, o más bien una furgonetilla de una empresa de mudanzas, aparcada justo delante. El apartamento  contiguo al suyo estaba vacío desde hacía meses, así que había un nuevo vecino. O vecina. Nunca había visto a la chica de la panadería, debía de ser nueva en la zona, ¿por qué no su vecina? Al pasar junto a las cajas de cartón, que le parecieron muchas para un apartamento tan pequeñito, su mano, casi involuntariamente, se metió discretamente en una de ellas y cogió lo que parecía un sombrero de juguete, de unos dos centímetros.
-Pobre playmobil vaquero- pensó mientras murmuraba “veintiuno” entre dientes, echándoselo al bolsillo- se quedó sin gorrito.
Bruscamente, como si le hubiera sorprendido, apareció en la puerta un hombre gordo y algo calvo, y con un gran bigote, pero a pesar de su serio semblante, le ofreció una mano con la que estrechó la suya con una sincera sonrisa apenas perceptible bajo su enorme mostacho.
-Soy Pedro, el nuevo residente el segundo C –dijo con un fuerte acento que no supo situar-. Creo que ahora seremos vecinos.
-Puerta con puerta. Segundo D. Supongo que nos veremos a menudo…-y siguió andando.
Aunque odiaba las presentaciones, despedidas, y todo lo que se pareciese a una situación social, sabía perfectamente cómo comportarse y normalmente trataba de ser bastante más educado, casi en exceso, pero tenía prisa, necesitaba ordenar sus pensamientos (y sentimientos) sobre la chica que acababa de ver, y sobre el hombre que ocupaba el que podía ser su apartamento. Y aun le abordó la idea de que fuera su padre o algo así cuando subía por las escaleras, pero antes de llegar a su piso ya había caído en la cuenta de que aquellas viviendas no eran especialmente amplias para una familia. Y aunque podría ser un hermano mucho mayor o un padre separado o soltero o viudo o cualquier otra historia… ¿a dónde había ido ella sino a su casa? Si acababa de comprar el pan…

“¿Y por qué no me saco de la cabeza a alguien que jamás volveré a ver?” pensó cuando….cuando pudo. Estando ya sentado en el suelo de su habitación. Se levantó estirando el cuello y vació sus bolsillos en el cajón que tenía especialmente para ello. Cartera, móvil, auriculares, libreta, bolígrafo,… y su “chatarra”. Ya estaba casi lleno. 

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martes, 2 de julio de 2013

Psicopatilla CASI enamorado

-…Y veinte –se dijo en voz alta a sí mismo agachándose a recoger un clip del suelo.
Como cada día al volver de su aburrido trabajo en el hospital se desvió un poco del camino en línea recta que le llevaba a su casa para ir a comprar el pan. No tenía hambre –de hecho, nunca tenía- pero como todos los asquerosos humanos, él también necesitaba comer de vez en cuando. Al llegar a la panadería dio los buenos con su característico tono formal (tampoco aquel día le contestó nadie), y esperó pacientemente su turno como solía. Su media jornada acababa poco antes que las clases de un parvulario cercano y las madres acudían a comprar el pan y demás a aquella tiendita que también era frutería, verdulería, pescadería y carnicería, según le apeteciese al proveedor aquella semana, pues mandaba lo que quería, lo que le sobraba de abastecer a tiendas mayores, seguramente, pero al dueño no parecía importarle. O tal vez era él quien lo pedía todo así…
Pero aquella mañana difirió en algo de las anteriores: la vio. Demasiado joven para ser madre, apenas llevaba una barra de pan y una pequeña bolsa cuyo contenido no pudo ver. Ya estaba pagando cuando él llegó, y unos instantes después de haber entrado, salió ella, regalándole una breve y tímida sonrisita al cruzarse. En ese momento, deseó que a la chica se le cayese algo para recogérselo y poderla llamar, o que se diese cualquier otro motivo para salir del local tras ella… pero nada sucedió. Jamás le había importado la opinión de la gente, no necesitaba un motivo para darse media vuelta y seguirla…pero no sólo habría resultado sospechoso, también inútil. Así que, con gran pesar, decidió no hacer nada y, metiendo las manos en los bolsillos, jugueteó con el clip, una tuerca, y las monedas con las que pagaría en cuanto le diesen ocasión.

No era alguien a quien le interesasen las relaciones personales, ni mucho menos enamorarse, ni siquiera el sexo le interesaba apenas… pero sabía reconocer la belleza que había en el mundo,  ya fuera en un cielo estrellado o en la fachada de una catedral gótica, en las rápidas aguas cristalinas de un arroyo que se acerca a una cascada o en el tercer movimiento de la novena sinfonía de Beethoven. Y estaba seguro de que el cuerpo desnudo de aquella joven rubia de hermosa sonrisa pero ojos tristes, oculto tras su descuidado atuendo, era de una exquisita hermosura  digna de ser contemplada.

Siguiente capítulo.

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lunes, 1 de julio de 2013

Curiosidades de Call of Duty.

1 En Call of Duty 5, World at War, Reznov aparece con una mano herida. En Call of Duty 7, Black Ops, aparece el mismo tal Reznov, y si te fijas, puedes ver que le falta un dedo.
2 La primera misión de Call of Duty 8, Moder Warfare 3, se llama “martes negro”, y al principio salen los numeritos que dicen la fecha: 17 de agosto. Y la partida está ambientada en Wall Street. Esto puede ser referencia al martes 11 de septiembre de 2.001 que en este lugar cayeron las Torres Gemelas, o al “jueves negro” 24 de octubre de 1929, cuando en el mismo lugar se produjo el famoso crack del veintinueve. Hasta aquí todo bien, pero el fallo es que el 17 de agosto de 2.016, que es el año en el que está ambientado el juego, no es jueves, sino miércoles, ya que este año es bisiesto, por lo que no hay otro 16/8 hasta el 2.021.
3 El piloto ruso de la saga Call of Duty se llama Nikolai, al igual que el de las películas de Resident Evil. ¿Casualidad? No, tributo a Nikolai Melnik, el piloto de helicóptero suicida que llevó a los voluntarios (suicidas) que limpiaron de materiales radiactivos Chernobyl tras la catástrofe nuclear.
4 Otra similitud con la saga Resident Evil y los nombres de sus personajes secundarios es que el ayudante de Olivera(El prota de la peli) se llama Yuri, igual que el segundo de McTabish, el cual, por cierto, se parece mucho, incluso físicamente, a Olivera. Hasta aquí no parece muy interesante, pero “yuri”, en japonés, significa “pornografía para lesbianas”.
5 Según Activision, la empresa desarrolladora del juego, el número de jugadores registrados en el modo online supera la población de Portugal.
1, 2, 3, responda otra vez.
- Los CDs, en principio, tenían capacidad para 72 minutos, por ser ésta la duración de la novena sinfonía de Beethoven.
- En el escudo de Colombia sale el mapa de Panamá.
- Es más probable morir por un corcho de Champagne que de una picadura de araña.

domingo, 26 de mayo de 2013

Curiosidades de ciencias.

1 Según Schrondinger, y su experimento ideal, y por tanto irrealizable(conocido como el gato de Schrondinger), y ante el axioma de que un gato no puede estar vivo y muerto en el mismo instante, demuestra la existencia de universos paralelos.
2 Tycho “pico de oro”, no era un elocuente orador, sino un astrónomo, precisamente los descubrimientos de Kepler se basaron en las observaciones que realizó Tycho durante toda su vida. Pero, ¿de dónde viene entonces lo de “pico de oro”? Es literal. Pues resulta que era un tipo bastante agresivo, y en una noche de borrachera, discutiendo sobre banalidades con un  matemático de la época, llegaron a las manos, y de éstas a las armas, y le seccionó la nariz completamente, por lo que la sustituyó poniéndose una prótesis…de oro.
3 La velocidad de la luz es de 299.792.458 m/s, aunque se redondea 300.000 km/s . Este redondeo supone un error de casi setecientos cincuenta mil kilómetros por hora.
4 Isaac Newton, un genio indiscutible de la física y las matemáticas (cuando deis cálculo integral avanzado en la universidad, y os paréis a pensar que él solito lo desarrollo en “poco” para poder demostrar numéricamente su teoría gravitacional, no me lo discutiréis), además de ser granjero y dedicarse a las ciencias en su tiempo libre, y lo de la manzana y esas cosas, profetizó el Apocalipsis en el año 2.060. Escribió mucho más sobre teología que sobre ciencias. Y nació, siendo prematuro, el día de Navidad, lo cual según ciertas creencias (No sé exactamente cuáles, sinceramente), eso es una ofensa a Jesucristo, por ser un mortal cualquiera indigno de copiarle y todo eso. El protagonista de El hombre lobo en París, de Guy Endore y cuya lectura aprovecho para recomendar, fue maldito con la licantropía por este motivo. Tal vez la maldición de Newton fueran sus “excesivos” conocimientos… Y tal vez fue prematuro porque era necesario que alguien trajera esos conocimientos…
Claro, que genio genio…pero se metió una aguja en un ojo para ver qué pasaba…
5 Barry Marshall, un neurólogo de principios del siglo pasado, se cortó a sí mismo los nervios de un brazo, para volvérselos a coser y estudiar su proceso de recuperación.
6 En un milímetro cúbico de agua hay tantas moléculas como milímetros cúbicos de agua pasan por las cataratas del Niágara (1.800.000 litros por segundo) en 60 siglos.
7 A finales de la edad media y principios de la edad moderna la peor condena que podía sufrir un reo, a excepción de la pena capital y las torturas del Santo Oficio, claro, era ir a galeras. Pero con el descubrimiento de América, las galeras a remo quedaron obsoletas frente a los enormes galeones a vela que iban cargados de colonos y volvían cargados de oro. Y la condena a galeras fue sustituida por otra aún peor: minas me mercurio. El mercurio y sus derivados catalizan la oxidación de muchos metales, pero no la del oro, por lo que se usaba para comprobar la pureza de éste así como para limpiarlo de escoria. Pero también causa diversos males(eretismo mercurial) como temblores, hiperactividad, palidez, anorexia, depresión, alucinaciones, indiferencia por la vida, psicosis y hasta esquizofrenia(sí, mezclo síntomas con enfermedades). Y los condenados a trabajos forzados en las minas(de mercurio o de oro) no eran los únicos expuestos a este mal, pues otro colectivo también usaba el mercurio: los sombrereros. Además de catalizadores, el mercurio tiene compuestos antisépticos, que se usaban en la época en el tratamiento del fieltro para la confección de sombreros… ¿Qué a dónde quiero llegar? Lo sabrás en cuanto vuelvas a leer los síntomas pensando en el Sombrero Loco de Alicia en el país de las maravillas… Y de paso has aprendido algo de historia…
8 Por si a alguien le interesa, el mercurio como tal, en estado líquido, no es tóxico. Pero sí lo son la mayoría de compuestos, y también sus vapores, que empieza a desprender a unos 40º centígrados. Así que nadie(o casi, no pienso generalizar) se va morir porque le hayan salpicado esas bolitas brillantes que tiene el termómetro dentro cuando se rompe éste. Pero sí es peligroso acercarle un mechero para ver cómo se dilata al calentarse. Además, apenas es perceptible…
1, 2, 3, responda otra vez.
-En Woodstock murieron 3 personas y nacieron 5. Las mismas que nacen y mueren por segundo actualmente en el mundo.
-Siempre se ha dicho que los toros no suben escaleras, pero lo que no pueden hacer, es bajarlas.

- La cópula de los ratones dura 5 segundos, el orgasmo de los cerdos media hora.

La chica de mis sueños

Anoche soñé contigo,
y ya he olvidado tu rostro.
Y tu voz, y tu sonrisa...
pero recuerdo tus ojos.

Recuerdo como temblaban,
cuando me hiciste pensar,
que si yo estaba soñando,
es que tú no eras real.

"Cuando despiertes", decías,
"yo dejaré de existir".
Pero eso va a pasar,
porque yo te prometí:

"Ahí estás equivocada,
no te olvidaré jamás,
y aunque sea en mis recuerdos,
para siempre vivirás".

Ahora que ya estoy despierto,
no consigo ver tu cara,
pero no te he olvidado
y cumpliré con mi palabra:

vivirás eternamente
y no sólo en mis recuerdos,
cuando me lleve la Muerte,
existirás en mis versos.

viernes, 24 de mayo de 2013

[Relato LibrosVeo] Sí estaba, esperaba en el pasillo.


Sí estaba, esperaba en el pasillo.
Aún no había cruzado las puertas del hospital, y ya se sentía peor que cuando entró hacía hora (…y siete minutos, según comprobó en su reloj. Siempre miraba el reloj). Nunca reconoció su problema, jamás soportó a su psiquiatra con cara de pedófilo, pero el haber tenido que venir sola  justo hoy no ayudó demasiado. Normalmente, su madre le acompañaba. Le encantaba eso. Los minutos en la sala de espera, que no era más que un banco en un siniestro pasillo, parecían volar cuando tenías esas conversaciones madre-hija sobre triviales tonterías como cuando era pequeña.

   A pesar de ello, cada vez que se daba cuenta de lo feliz que era durante esos cinco minutos semanales, lo estropeaba adrede quejándose de lo primero que se le ocurría y llamándola pesada. No quería que nadie supiera que disfrutaba, ni siquiera un poquito, de sus visitas al loquero: corría el riesgo de parecer que fingía sus problemas para llamar la atención en cierto modo quería que supieran que realmente estaba enferma, puede que para que le ayudasen, pero jamás reconocería estarlo… Tal vez debería dejar de pensar en la opinión de los demás sobre su comportamiento, sus palabras, sus gestos…sobre ella.
   Pero precisamente de ahí venían sus obsesiones, sus problemas, todos sus males. Era un bucle infinito de querer curarse o disfrutar empeorando, llamar la atención o pasar desapercibida, necesitar amar a cualquiera de los pocos que se dignaban a dirigirle la palabra a una rarita como ella, o queriendo odiar a todos los que le rodeaban, incluyendo tanto a esa extraña cría que le observaba absorta desde el otro lado del espejo como a ella misma…que no parecían ser la misma persona, ni remotamente parecidas… su vida podía resumirse a esa sucesión de pequeños avances y mejorías, y derrumbantes recaídas.
   En cuanto pisó la calle se dio cuenta: a pesar de que había sitio de sobra para aparcar, no vio el coche de su madre esperándole como le dijo. Seguramente, habría ido a buscar a la estúpida de su hermana mayor que, claramente con el síndrome de destronada princesa (horrible esta palabra, a la par que inalcanzable)no hacía más que acaparar toda la atención materna metiéndose en líos. Y esto era desde que nació ella, siendo la mayor demasiado pequeña para poder cuidarla, pero también demasiado mayor para olvidar lo bien que  estaba sin tener que compartir muñecas, habitación… y madre.
   Miró de un lado a otro, como desorientada, odiándolas a ambas. Y cuando notó el agujero de su bolsillo por el que había perdido el euro para el autobús, ese agujero que siempre olvidaba también se odió a sí misma, por torpe. Apretó tanto los ojos para impedir a sus lágrimas salir que se mareó, y  casi pierde el equilibrio. De no ser por apoyarse en su propia rodilla, en un gesto y postura tan extraños como ridículos, habría caído al suelo.
   Y entonces, JUSTO entonces, se le acercó un chico de unos dos años más que ella, bastante mono, por cierto, preguntando si necesitaba ayuda. Mirando al suelo y poniéndose en pie, negó rápidamente con la cabeza, pues suponía que, por mucho que se esforzara, no lograría articular palabra. Aún no sabía si era un gilipollas dispuesto a ofrecerse a ser el apoyo que tanto necesitaba para seguir adelante, u otro gilipollas que la compadecía por la cara “de zombi” que le habían dejado las últimas 38 horas (muy lejos de su récord personal) sin probar bocado ni apenas dormir, pero era mono… y bastó que le dijera un “¿seguro?” seguido de una sonrisa mientras le tocaba el hombro, para que cayera desmayada.
   Despertó ya de noche en una habitación de aquel horrendo hospital…y por supuesto, el chico ya no estaba.

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domingo, 19 de mayo de 2013

Curiosidades más o menos sexuales de Roma.

1 La cultura gótica (no el estilo artístico medieval) nació como tal con la novela EL castillo de Otranto, cuya lectura recomiendo, por cierto. Pero ya en la Roma de hace dos milenios existía cierta atracción “por lo oscuro”  y el fantaseo con la muerte. Su máximo exponente llegó con las bustuariae, unas prostitutas que ejercían en los cementerios, normalmente ataviadas como difuntas y que llegaban a hacer trío necrófilos para “consolar” a los viudos.
2 El emperador Tiberio, para no derogar una antigua ley que impedía la condena a muerte de mujeres vírgenes, creó otra para que el verdugo las violase antes de ejecutarlas.
3 El morbo por el sexo y la sangre no es algo exclusivo de la televisión y las películas de nuestra época. En los juegos del circo romano los leones no sólo mataban gladiadores, también copulaban con gladiadoras. Había entrenadores de fieras tanto para lo uno como para lo otro. Bestialismo, se llama eso. El emperador Cómodo (el malo de Gladiator) lo intentó con una pantera… hembra, imagino.
4 A los esclavos “atractivos” se les ponía enormes piercings en el prepucio para impedir que “la ama” engañara con ellos “al amo”.
5 La palabra “puta”, viene de la palabra “poda”, por un ritual en el que se azotaba a las sacerdotisas, que ejercían la prostitución….en honor a su diosa, por supuesto.
6 La prostitución era uno de los oficios más importantes del imperio. Había muchísimas variantes, reguladas legalmente. Además de las busturiae, las nocturnas y las diurnas, las de lujo para senadores y generales, y las “baratas” para mendigos e indeseables, estaban las “doris”, que iban totalmente desnudas, las “farmosae”, que eran ricas y ejercían por diversión, las “fornicatrices”, que ejercían bajo los puentes(¿), las “amasiae”, que eran sacerdotisas que lo hacían en honor de Venus, y un larguísimo y traumatizante etcétera.

1,2,3, responda otra vez.
-Bolivia tiene armada militar, con cientos de buques y miles de marineros e infantes de marina “en activo”. Lo que no tiene, desde hace más de un siglo, es costa.
-En España, el nivel del mar “oficial” es el de la costa de alicante. El resto de puntos topográficos del país (hasta Galicia) están acotados a partir de ésta, mediante mediciones que se hicieron de 30 en 30 metros. Esto supone que sólo para nivelar las costas coruñesas hubo que hacer más de 30.000 mediciones intermedias, pero hay puntos topográficos por toda la península.
-La longitud de un Boeing 747 es mayor que la distancia recorrida en el primer vuelo de un avión(Heramnos Wreight).


lunes, 29 de abril de 2013

Carpe Díem, reflexiones sobre la procrastinación durante los anuncios de Antena 3.

Un par de segundos. No necesitas mirar la pantalla más tiempo para querer ver el spot completo. Puede que anuncie algo interesante. Puede que  sea original, puede que sea gracioso, puede que sea nuevo y puede que sea tan viejo que quieres comprobar si te los sabes de memoria mientras piensas cuándo dejarán de repetirlo, pero esos dos segundos se convierten en veinte. Sí… ¿Para qué mirar un instante pudiendo mirar un anuncio? Bueno…y el principio del siguiente, y si es interesante, éste completo también. Y parte del siguiente. Así es como se pasa de  menos de dos segundos a más de dos minutos PERDIDOS. Dos minutos y pico. Lo que suele durar una canción, o un vídeo de youtube. De los cortitos. Claro, que ya que esperas a que cargue y a que te deje saltar la publi del principio…mejor ver uno de los largos. O dos cortos. Y si no te decides por el segundo debido a las casi infinitas sugerencias…mejor ver otros dos o tres más. Aunque sean largos. Más la publi. Y así se pasa de par de minutos a media hora.
Media hora…lo que dura, o duraba en mis tiempos, un recreo. Claro, que mientras vuelves a clase…y el profe pide silencio…y los alumnos obedecen… Habría que añadir otros diez. Y otros tanto por delante, ¿o soy el único que se pasaba el final de la última hora mirando el reloj? Y así es como se pierde una hora. O algo menos. Sí, una hora o algo menos, lo que en teoría va a durar la siestita después de comer. O lo que se tarda en limpiar la bandeja de Facebook, Tuenti, Twitter, Hotmail… O en mi caso, desmotivaciones. Claro que si no tienes nada(importante) que hacer…no pasa nada por echarle un par de horitas. Lo que dura una peli, más o menos. Y aunque algunas duran un poco más, son la cola de las palomitas y (o más bien “o”) los interminables intermedios los que hacen que ese tiempo se convierta en el doble.
Y ya son cuatro horas. El máximo tiempo que puedo aguantar estudiando, en un día “normal”, al menos. Si tenemos en cuenta que el rato que tardas en decidirte a empezar, y el rato que descansas al acabar, y compensamos añadiendo, más para acallar la conciencia que para otra cosa, el descanso para merendar… Se pierde una tarde. O una mañana. Y un día al que le quitas una mañana o una tarde, es un día que se ha volado.
Luego hay ciertas tareas que sí requieren todo un día. Sembrar patatas, por ejemplo, para dar un toque tan paletillo como mis orígenes. Pero no hay que ser de pueblo para entender que tras todo el día en la calle uno no pasa la noche dentro ordenando los sacos. Eso se deja para el día siguiente, como todas las cosas que duran desde la mañana hasta la noche. Y si lleva toda la mañana del día siguiente, pues dos días perdidos. Par de días, lo que tardarán en traerte el libro que encargaste, previo pago, por supuesto, o lo que van a durar las chapuzas de carpinteros, albañiles, fontaneros, cristaleros entre otros especímenes,  y que acaban alargándose una semana.
Una semana. Justo lo que tardará tu tía la gorda en ponerse a dieta. Pero a lo mejor espera a que pase el finde… por el arroz familiar del domingo, más que nada. Y los lunes…ya deprime bastante volver a empezar el trabajo, los horarios y las carreras como para empezar también a pasar hambre. Y si se le pasa el martes, pues podrá esperar una semana más, ¿no? Quince días, lo que tardaré en quedar con ese chico que (ya) no me cae bien o esa chica que (ya) no me gusta. Es que ahora estoy de exámenes y claro, no puedo. Aunque luego siempre coinciden fechas y dejan algunos para más tarde… Y tras los exámenes siempre hay planes mejores… Bueno, tampoco pasará nada si tardo un mes.
Lo que tardaré en ir a que me miren ese “ruidito raro” que del coche. O lo que tardaría si lo tuviera… Mejor lo que tardaré en cambiar mis zapas viejas. O en ponerme a estudiar en serio. Todos lo sabemos. Ese mes se duplicará, triplicará o incluso más. Tres meses. Un trimestre. Escolar, por ejemplo. Y si empiezas mal…pues lo dejas pasar hasta las recuperaciones en el siguiente. Claro, que puede que repitas. Y habrás perdido un año. Enterito.
Un año. Como cuando dejas ciertos planes para el verano siguiente. Y cuando te das cuentas, ha pasado el suficiente tiempo como para no poder hacerlo sin ir a la cárcel(maldita mayoría de edad…), tu amigo se ha mudado, o se separa el grupo sin que hayas ido ni a un concierto. Como hizo My chemical romance hace no mucho. Y esos dos o tres años se van, pero convertidos en seis o siete y llevándose primero tu infancia, y luego tu infancia. Y cuando te das cuenta, tienes veinte años y no has hecho nada. Y
 entonces piensas. Y te asustas. Me asusto, Me da miedo pensar que pueda cerrar los ojos un par de segundos y que al abrirlos tenga cuarenta años y mi vida sea como la de ahora. Y no es que sea una vida mala, pero tampoco especialmente buena. No es que sea vacía… Ni siquiera aburrida, aunque tampoco sea demasiado divertida. Es, simplemente, una vida. Normal. Demasiado normal. Y es que nada me asusta más que convertirme en alguien normal. Bueno. Sólo una cosa: dándome cuenta de que ya lo soy, el no cambiarlo. No existe algo que me asuste más (creo que es lo único que me asusta) que seguir siendo NORMAL. Y por eso pienso aprovechar, no cada par de segundos, sino cada fracción de segundo, porque… porque… Se acabaron los anuncios, me voy a ver los Simpsons.

jueves, 25 de abril de 2013

Mereces la pena y lo sabes.


No importa que no se pueda,
Pues algún día se podrá,
Sé que merece la pena
Por eso te voy a esperar

Pero esto no significa
Que todavía no te quiero
Pues por ti daría mi vida
Si me prometes un beso.

miércoles, 24 de abril de 2013

Ojito iracundo de ira.

O furioso de furia.
Es de Happy tree friends, una serie estilo Rasca y Pica protagonizada por ositos amorosos, castores mancos, topos ciegos, osos hormigueros científicos, y erizos miedosos, entre otros...mola.


Más gifs.

Capítulo 8.


CAPÍTULO 8.
Tras poco más de diez minutos hablando en los que Sara se mordía la lengua, literalmente y casi hasta hacerla sangrar, para reprimir sus sentimientos hacia la chica de pelo bermejo, empezó a pensar cuánto tiempo más podría aguantar. Pero debía un par de favores y el objetivo de la misión era medianamente honrado… Dejar bien a la policía, hacer sufrir a un corrupto, recuperar fondos para la seguridad en centros públicos… y demostrar a una niñata que su padre le importaba, y también ella a él. Y en cuanto a los remordimientos por derribar una facultad a mitad de curso (¿remordimientos? Ni que fuera ella quien activaría la bomba…) no eran tan fuerte como los celos que le hacía sentir por alguien que acababa de conocer y que ni siquiera le importaba. Porque desde luego que no le importaba ese pringado… En un momento, en que los tres se quedaron sin palabras y no sabían qué decir, el chico dijo:
-Creo que seguimos –un plural, evidentemente usado para reconfortar a Sara, que consiguió su objetivo- sin saber tu nombre…
Ella sonrió y sin decir nada, cogió el móvil de él, que estaba sobre la mesa, y apuntó su número, con el nombre de Neus. “Llámame”, dijo. Y se giró a seguir haciendo como que copiaba algo de la pizarra. Desconcertado, casi desorientado, se giró hacia su compañera, a la que consideraba una experta, preguntándole con la mirada qué hacer ahora. Pero en su mirada no vio más que un odio –injustificado, a su parecer- hacia esa clase de chicas que calentaban al personal para nada. Pero entonces oyeron que Neus susurró un impaciente “¿a qué esperas?”.
Quería una perdida para guardar su número… Pues claro… Así que llamó. Pero en cuanto su teléfono, que por supuesto no estaba silenciado, sonó, la chica se lo llevó al oído hablando sola, se puso en pie, y salió como si nada. Ahora también Sara estaba perdida, y ambos se miraron de igual a igual….durante unos segundos. Lo que tardó en llegar un mensaje preguntando cuánto pensaban hacerla esperar. Ambos salieron apresuradamente, de no ser porque Sara la cogió, él se habría dejado la carpeta con los planos de la facultad… Cuando salieron de la clase, se la encontraron tumbada completamente en las escaleras en las que hacía unos minutos habían estado sentados. Era la personificación del “quiero lo que quiero cuando quiero”.
-¿Y ahora qué?-preguntó al verlos.
-Si no te da miedo que este cabrito venda tus órganos en Asia –dijo sorprendiendo a éste con un puñetazo seguido de un beso en la mejilla-, tenemos una furgoneta ahí fuera… ¿Qué dices?
-Que estoy en desventaja, sois dos para una…al menos deberíais invitarme antes a tomar algo,  ¿no? Espero que la furgoneta sea para ir a algún sitio mejor…
-Si te hace ilusión-dijo él, despegando los labios por fin- podemos meter un colchón en la parte de atrás, pero tenemos un amigo que hace poco ha abierto un local a diez minutos de aquí y se alegrará de ver que le llevamos clientes.
-¿Ahora…? –dijo ella haciéndose de rogar- mejor dadme un minuto que entro a por mis cosas.
Y volvió a entrar en la clase, dejando a los dos tan atónitos como era de esperar.
-¿Cómo dices lo de los órganos…? Podrías haberla espantado…
-Sí, claro –respondió ella, picada-… Es evidente el sentido de la responsabilidad de esta chica… Me pregunto hasta qué punto hacemos un bien al mundo salvándola…
Esto le recordó que pronto todo el edificio volaría por los aires, y se miró el reloj. Aún tenían más de veinte minutos antes de que empezara el simulacro de incendio. Por el momento, todo iba bien.



viernes, 19 de abril de 2013

Huesitos contentos.

O Sobras moviendo la cola...
Está mendigando una caricia...

Huesitos desmontándose

O Sobras saltando...
Acabará perdiendo una pieza.

Más GIFs.

Huesitos mareados.

O Sobras dando volteretas...
Acabará mareándose...

martes, 16 de abril de 2013

Traficando entradas.


"TÚ, MI ROMÁNTICO SUICIDA" por Eryenne García

No tengo palabras para explicarte. En tan poco tiempo, te has convertido en algo más que en un amigo, en mi confidente. ¿Por tu don de gentes? Tal vez... ¿Por tu sonrisa infinita? Quizás... Pero, sobre todo, por ti y tu puntito de humor, capaz de animarme en los peores momentos. ¿Debería darte las gracias? Sí, sin dudarlo ni un segundo. ¿Por qué? Por tus sonrisas, por escucharme, por cada instante en el que estuviste ahí, por poder contar contigo, por ser mi 'ciber hombro' en el que llorar. Y digo 'ciber hombro' porque no te tengo a mi lado, porque no puedo abrazarte, porque no puedes animarme en persona. Pero a pesar de la distancia, siento que siempre estarás aquí. Y mientras los que están a mi lado me hacen llorar, tú me haces reír a distancia. Te ganaste mi cariño y mi confianza. Pero no te confundas, lo nuestro sólo es amistad...

¿A cambio? Un poema...

No sé cómo agradecerte
todo lo que haces por mí
no importa que yo ni te hable,
tu siempre estarás ahí

no sólo te digo gracias,
también te digo lo siento
que si no te hablo algún día
es que de verdad no puedo.

lunes, 15 de abril de 2013

El placer de recordar.


Jamás diré lo contrario:
La quería de verdad,
aunque todo haya cambiado
y aunque ya nada sea igual.

La he dejado de querer,
y la he dejado de amar,
pero aún me queda el placer
de no poderla olvidar.

domingo, 14 de abril de 2013

martes, 9 de abril de 2013

Padre de familia, parte 2ª.

Aunque a menudo recreaba en su mente aquellos momentos, aún no sabía pasado inmóvil observando los inertes ojos abiertos de su hija y los turbios cabellos de su esposa mecidos por el gélido viento, pero fue el suficiente para dar tiempo a que llegara la policía, e instantes después, una ambulancia. Según supo más tarde, el accidente fue culpa del camión. O más bien, de su conductor, un cocainómano sin ni siquiera carnet de conducir que lo acababa de robar. Sabía conducir un coche (y robar) un coche desde que tenía quince años, pero no un camión. No por asfalto cubierto de hielo. Y sobre todo, no con los reflejos distorsionados por los estupefacientes ni  con un conductor que, distraído por su bella esposa, parando su coche junto a él. Al parecer, una semana después, antes del juicio, se ahorcó. Pero no le guardaba rencor. Y menos  después de que se suicidase. La culpa no era de nadie, son cosas que pasan… Pero él era culpable. No del accidente, desde luego. Pero sí de haber culpado a su mujer de él. Apenas fue una fracción de segundo, desde que notó que había tenido un accidente hasta que abrió los ojos y vio las consecuencias de éste. Incluso cuando vio a su hija agonizante la culpó, pero en menos de lo que se tarda en parpadear, comprendió que era demasiada culpa para una persona que le quería cuyo único fallo fue tratar de avisarles de lo que podía pasar. Entonces es cuando se arrepintió. La vio caer muerta. Y lo último que había pensado sobre ella mientras estaba en vida…fue que era la causante de la muerte de la hija de ambos.
Cuando te sientes culpable de una tragedia así, incluso si lo eres, todos, hasta tú mismo, te ayudan a superarlo, diciendo cosas como que no es culpa de nadie, que tenía que pasar, que no pudo evitarse y otras banalidades. Pero ¿cómo se superaba el culpar a alguien inocente, a alguien que ya se ha ido, a alguien que en vida fue la persona que más quisiste hasta que te dio otra personita con la que compartir ese puesto? ¿Cómo iba a perdonarse no haberse despedido de las dos personas a las que más quiso jamás? ¿Cómo iba siquiera a sentirse humano después de haber cogido el coche sin preocuparse de nada, permitiendo que una niña pequeña fuese en la parte delantera del vehículo y que su mujer se jugara la vida cerrando la puerta? Estaba claro que no había forma alguna.
Por suerte, el seguro le indemnizó tan generosamente que no tendría que volver a trabajar en años si seguía llevando la vida que hasta entonces había tenido. Pero ya no tenía vida. Apenas comía. No tenía a quién regalar juguetes por las buenas notas, ni a quién sorprender con una cena romántica. No tenía, por supuesto, motivos para comprarse nada, se odiaba. Tampoco gastaría combustible con un coche que, no sabía por qué, reparó, pues no tenía un trabajo al que ir, una hija a la que llevar a clase, una familia con la que ir al campo los domingos, ni jamás tendría una hija a la que enseñar a conducir con el coche viejo, así que lo vendió. Y lo mismo hizo con la casa… ¿Para qué dos pisos estando él sólo? ¿Para qué un castillo sin sus dos princesas? Decidió coger todo el dinero que consiguió y mudarse a la modesta pensión frente al hospital, en la que tuvo su primera “cita” con su ya difunto amor. Con suerte, alguien le metería un tiro mientras dormía para llevarse el dinero, y si le detenían, en su testamento había dejado bien claro que la mitad del dinero sería para el asesino, en agradecimiento por aliviarle sufrimiento y en compensación por la probable pena de cárcel, y la otra mitad para unos suegros a los que no se atrevía mirar a la cara.
Así vivó unas semanas. Se despertaba aterrado en mitad de la noche varias veces, reviviendo aquel momento, deseando no morir ante aquel camión que al verlo aceleraba en lugar de frenar, no quería dejar una huérfana y una viuda tan jóvenes y guapas. Pero entonces despertaba, veía que  eran ellas las que le habían dejado solo, y por muy egoísta que sonara, deseaba haberse ido él. O haberse despedido de ellas como merecían…o al menos, sin reprocharles nada. Por el día, bajaba una o dos veces como máximo al restaurante que había justo bajo su habitación. Cuando tenía una vida, había estado muchas veces, durante un tiempo iba casi a diario. Era donde comían los trabajadores del hospital a los que no les gustaba la comida que se servía en los comedores de éste. Los internos considerados por sí mismos “rebeldes”, y sobre todo el personal no sanitario. Entonces los veía. Era el único contacto con la sociedad que tenía. Pero sabía que jamás nadie le llegaría a importar una milésima parte de lo que le importó su familia, y si se odiaba a sí mismo, también a los demás.
Evidentemente, no hablaba con nadie. Pero se sentía observado. Eran miradas de compasión que se apiadaban de él, pero también, a veces, de envidia. Había quien nunca supo lo que es tener una familia, pero tampoco lo que es tener dinero, y él tenía lo segundo. Poco a poco, empezó a pasar más tiempo allí, pero no comiendo, ni por supuesto hablando con sus antiguos compañeros, que ya empezaban a recriminárselo, sino bebiendo frente a una máquina tragaperras. Las miradas de envidia desaparecieron por completo, las de piedad comenzaron a convertirse en desaprobadoras miradas de recriminación. De desprecio. Casi de odio. Su aspecto era lamentable, el de un vagabundo. Y en esto es en lo que se convirtió cuando una noche, casi al amanecer, se encontró su habitación vacía. Claro, que no podía culpar a nadie, incluso el dueño le culpó a él de que le robaran el televisor: se había dejado la puerta abierta.
Fue de este modo como acabó viviendo en la calle, y justo un año después del accidente, en un invierno que ahora parecía mucho más frío y terrible, volvió a ver la silueta desfigurada de su hija recortada en un brillo que le despertaba. Y volvió a sentir el golpe en su nunca. Pero a diferencia de la noche anterior, y de la anterior a ésta, y de todas las noches del último año, el golpe fue mucho más fuerte. Y no se fue disipando hasta convertirse en resaca matutina, sino que fue seguido por otro aún más fuerte. Y por otro más, en el costado, con el que sintió el quebrarse de sus costillas. Abrió los ojos y tras volver a ver el cuerpo sin vida de su esposa con el pelo manchado de sangre y moviéndose por el viento, vio a 4 jóvenes dándole una paliza. Pero de pronto, uno de ellos dijo algo a los demás, y se fueron corriendo. Él volvió a dormirse. Soñó de nuevo con su familia.
Cuando despertó, se encontraba en el hospital, en urgencias, pero esta vez, en una camilla. Y frente a él, una joven médico preciosa. Últimamente no había tratado con muchas mujeres, pero ésta era realmente guapa. Le explicó que los que le había pegado no eran neonazis ni nada así, sino matones. Al parecer, alguien a quien se parecía mucho, se había ganado una paliza, y aquellos brutos se confundieron. Pero gracia a ello, los habían detenido, habían confesado, y a estas horas una gran red de criminales profesionales estaban siendo arrestados. También dijo que le consideraba un héroe.
La chica siguió hablando, pero él ya no escuchaba. Observaba cómo le daba puntos en el pecho con unas manos temblorosas. Hablaba más para tranquilizarse a ella misma que a él. Ni siquiera le había tapado con la sabanita verde. Era una novata. Una novata muy guapa. Y entonces recordó cómo conoció a su difunta amada. Aquella burda recreación mancillaba su recuerdo. Pero en ese instante, justo cuando daba el último punto, una enfermera entró llamándola, y se fue corriendo sin decir nada más. Inepta e incompetente becaria…había dejado sin vigilancia el material quirúrgico. No tardó ni dos minutos en volver a entrar con una gran (y hermosa) sonrisa. Preguntó si seguían y antes de esperar una respuesta, se acercó hacia la camilla para seguir remendando su magullada piel. Pero sí que respondió. Cogió el mayor bisturí de los que había junto a él dijo, casi gritó “No. No seguimos” al mismo tiempo que, ante los atónitos ojos de la chica, se seccionaba la yugular.


Padre de familia, parte 1ª.

Volvió a despertarse sintiendo el fuerte golpe en la nuca que le hacía recordar, revivir el momento en el que su vida cambió, y con éste, los últimos meses… Su vida. Tenía gracia. Su vida. No había cambiado, había desaparecido, por completo. La única vida que tenía era la que soñaba que temía perder  una y otra vez cada noche. Pero entonces despertaba, veía que no era real y deseaba morir de verdad. Pero eso nunca pasaba, a pesar de lo mucho que le había dolido la cabeza, el accidente no era real. Nunca lo era. Bueno… Sólo lo fue una vez. La primera. Cuando aún tenía una vida que perder….
Lo tenía todo en aquellos tiempos.  Un buen trabajo en el hospital. Un coche grande. Una casa enorme. Una esposa guapa y divertida que lo quería casi tanto como él a ella, o puede que incluso un poco más. Y una hija tan encantadora como preciosa.
Incluso tenía un enemigo,  algo que todos necesitan de vez en cuando, para no aburrirse: un veterano facultativo del hospital al que el primer día no le cayó bien del todo y que le hizo pasar las noches de su primer año como interno en urgencias. Bendito fuera… de no haber sido por él, jamás podría haberle salvado la vida a la hermosa chica con la que no mucho después crearía, de la nada y por medio del amor, la risa, la mirada y las rubias coletas más bonitas de este mundo. Y aunque la casualidad quiso que precisamente fuese  precisamente aquél doctor el que atendió a su mujer durante el parto, el haberle “robado” la posibilidad de quedar como un héroe salvándola años atrás, hacía que siguiera resentido con él.
Tenía también un deseo, un deseo que jamás debería haber expresado en voz alta, y que si hizo mal en apenas desearlo, y peor aún en pronunciarlo, en ningún caso debió permitir que su princesita le oyese: quería tener un hijo. Un hijo varón. Desde luego, no parecía tan terrible. Pero el gran corazón de aquella chiquitaja de ojos alegres era tan generoso como débil. Y rompió a llorar cuando oyó aquellas cruelísimas palabras de la boca de un padre que de un momento a otro parecía haber dejado de quererlas y que probablemente la cambiaría por un chico en cuanto tuviese oportunidad. Por un chico. Ni siquiera por un gatito, sino por uno de aquellos desagradables seres similares a su insoportable primo mayor, o a los que iban con ella a clase.
Aunque en un gran esfuerzo por estar guapa para que no la cambiasen dejó de llorar, sus expresivos ojos mostraron una profunda tristeza, a pesar de los besos y abrazos de sus padres, y de las palabras de consuelo y cariño, hasta que se montaron en el coche para ir a ver a su abuela. Y es que, pese a sus recién cumplidos seis añitos, su padre le dejó sentarse delante. Sabía que esto la animaría, y así fue. La bufanda cubría una divertida sonrisa de complicidad, pero ésta podía adivinarse en los ojos de la pequeña. En sus brillantes y alegres ojos azules de belleza sólo comparables a los de su madre.
Por supuesto, él conduciría. Si dejaban a la hija delante, uno de los padres debía ir detrás, y evidentemente, no iba a ser él.  Era el padre de familia, quería como nadie y como a nadie a sus dos princesas, pero  no pensaba sentarse, como mínimo, de copiloto. Jamás se arrepintió  tanto de aquel estúpido orgullo, cuya motivación parecía estar en las discusiones de su infancia con sus hermanos mayores para elegir asiento y cuya consecuencia inmediata fue dejar que el amor de su vida esperase junto al coche a que lo sacara del garaje para cerrar manualmente la puerta, puesto que cierta personita había perdido el mando a distancia mientras jugaba utilizándolo como teléfono móvil. La segunda cosa de la que más se arrepentía era de no haberla besado justo antes de subirse al coche. Y antes de salir de casa. Antes de levantarse del sillón, y también mientras estaban sentados. Mientras cambiaba de ropa hacía menos de media  hora,  cuando había salido de la ducha cubriéndose con una toalla porque había olvidado la ropa interior en la habitación, y también cuando había estado ayudando a su pequeña a ducharse mientras insistía en la importancia de prepararlo todo antes de empezar, y en todas esas ocasiones que tuvo y no aprovechó.
Cerró la puerta y arrancó, al mismo tiempo que le devolvía la sonrisa, e introducía el CD favorito de su chiquitaja. Quitó con cuidado el freno de mano, embragó a fondo y metió la primera marcha casi acariciando la palanca mientras pisaba suavemente el acelerador. No sabría explicar por qué, pero cuando hacía algo delante de su hija, siempre lo hacía con mucho cuidado, cuidando cada detalle. Quería que fuese perfecta. Como sus ojos. No podía apartar la mirada de sus ellos. Y no lo hizo hasta que los golpes de la chica a la que quería en el techo del vehículo le hicieron mirar atrás. Y entonces lo sintió: el golpe en la nuca que a partir de entonces reviviría cada noche en sus pesadillas, precedido apenas unos instantes antes por el claxon de un camión.
Esta vez…fue bastante real…le había dolido de verdad…pero siguió recordando. Recordaba sus pensamientos en la fracción de segundo que tardó en volver a abrir los ojos: había vuelto a hacerlo. Esta chica… no tenía remedio. Le gritaba cuidado, miraba hacia ella, y se tropezaba por el otro lado. Siempre igual, pero ahora, con el coche. Era su forma de ser… Pero en aquella vez, fue bastante distinto, pues al abrir los ojos,  no la vio, desde el suelo, riéndose de él, sino que vio el pequeño cuerpo de su hija retorcerse entre los enroscados hierros que un instante antes formaban parte del coche. Casi sintió ira cuando miró hacia atrás para ver a la causante de su descuido, del accidente, de la tragedia. Pero  cuando se volvió hacia atrás no la vio, el coche se había girado mucho y ahora ella estaba al otro lado. Aplastada entre la destrozada carrocería y un nuevo desconchón de la pared. Pudo observar el instante en que sus fuerzas se agotaron y dejó caer su cabeza sobre el pecho, ocultando con el pelo enrojecido su rostro de sorpresa y pavor. Entonces volvió a girarse hasta la niña pequeña que estaba a su lado y que se había convertido en su todo.  Tardó unos instantes en poder verla, el sol matinal que, por el giro que había dado el coche, estaba tras ella le deslumbraba. Aquel brillo solía convertirse en la luz que le despertaba cada mañana tras el dolor de cabeza. Un dolor que hoy era más intenso y real que nunca desde el día que todo esto sucedió…
 Pero finalmente volvió a verla entre aquel amasijo metálico, esta vez con bastante más claridad que antes. Hacía un esfuerzo sobrehumano por seguir respirando. La barriguita que media hora antes había acariciado para hacerle reír, era ahora una sanguinolenta masa de vísceras que temblaba y en la que se mezclaban los órganos que hacían funcionar aquel cuerpecito perfecto con  los harapos en los que se había convertido su ropa. Sus ojos de alegre y vivaz pero bondadosa mirada se había tornado en vidriosas pupilas apenas tintineantes. La boca que tantas veces vio sonreír estaba ahora abierta en un gesto no de dolor, ni siquiera de miedo, sino de sorpresa. De incredulidad, tal vez. Incluso de impaciencia ante lo desconocido, esperando el  desenlace de aquella situación. Y de ella salía un fino hilo de sangre similar al que tantas veces creaba con saliva al quedarse dormida en el sofá, entre sus padres.

Más relatos.                                                                           


sábado, 6 de abril de 2013

Capítulo 7.


CAPÍTULO 7.


Sin muchas esperanzas de éxito, entró en la clase delante de ella, con paso firme, más para impresionarla que para que SU plan funcionase. El objetivo se sentaba en primera fila y tras un instante de vacilación, pues no quería situarse demasiado cerca de un profesor que al no conocerles podría echarles de clase, se dispuso a sentarse justo tras ella. Pero otros dos chicos, estaban sentándose precisamente ahí, dejando  junto a él, en la silla inmediatamente anterior a la de la chica. Sin decir una palabra, cedió el paso a Sara, con una mirada que ésta comprendió al instante. Con una seguridad que a él le pareció envidiable para cualquiera del sexo contrario, y un movimiento de caderas que le obligó a mirarla donde la espalda pierde su nombre, se situó junto al chico de la chaqueta y le preguntó con una gran sonrisa si ese sitio estaba ocupado. Ante la evidente negativa de éste, tomó asiento junto a él, justo tras la chica que buscaban.

-¿Cuánto dices que llevas sin entrarle a una tía? –Dijo a su compañero, que ya estaba junto a ella, en voz baja y cubriendo con la mano una maliciosa sonrisita.

 -Para tu información-respondió él sin ni mirarle a la cara, garabateando en el dorso del plano de la facultad. Ni folios les habían dado… -, la última vez fue una chica la que intentó seducirme a mí. Luego le disparé a la cara. Llevaba horas tiroteándonos, y en un momento que se paró a recargar, aparecí tras ella.

-El matador de las féminas… aquí esas cosas funcionan de otra manera…

_No me siento especialmente orgulloso de ello-siguió él, ignorándola. Presionaba sobre el papel con tanta fuerza, el bolígrafo empezaba a quebrase.-…  Pero mientras con una mano desnudaba su pecho, con la otra desenfundaba un revólver oculto en su entrepierna. Un instante más y… Y…

Antes de que encontrara palabras con las que proseguir su relato, y para relajarle un poco antes de que empezara a gritar o a llamar la atención, Sara le besó. No en la boca, por supuesto, sino en la barbilla, justo bajo el labio inferior, tal y como hacían en las películas, según había oído en alguna parte, pero el efecto fue justo el esperado.

-No te emociones-dijo nada más soltarle-. No es que crea que lo merezcas, ¿eh?, es sólo para que estos dos dejen de mirarme… ¿Le vas a decir algo, o qué?

Algo confuso, miró a la chica que tenía delante. Escribía haciéndose la aplicada mientras el chico sentado junto a ella tenía que conformarse con charlar con su amiga, bastante menos agraciada. Aunque, según pensó, tratando de evitar la comparación con las otras dos chicas, no estaba nada mal. Y además, era mucho más simpática… Era la típica amiga simpática. Llegados sus pensamientos a este punto, no pudo evitar una sonrisa. Siempre le había hecho gracia ver como todos esos tópicos machistas se cumplían, pero al comprobar que todo seguía siendo así, que nada había cambiado en el mundo que hace tiempo había abandonado, volvió a despertar en él todo tipo de sensaciones, tan agradables como ya olvidadas, hasta ese preciso momento.

-¡Espabila!-Dijo Sara, chasqueando los dedos antes su cara.

-Sigamos con los tópicos-susurró él, dejando caer el astillado bolígrafo al suelo-¡Tss! ¡El boli! ¡Pelirroja! ¡Eo!

Ante el caso omiso de la chica, y mordiéndose el labio presa de un sentimiento bastante similar a los celos, Sara dio una patada al respaldo de la silla de ésta, que, girándose y con un inocente gesto en su cara, dijo:

-¿Es a mí? Perdona-recogió el bolígrafo. Y ya estaba a punto de devolvérselo a su dueño cuando pareció pensárselo mejor y añadió, dirigiendo la punta del bolígrafo a su boca-… Te lo cambio por tu nombre…

-¿Lo ves?-interrumpió Sara, claramente molesta y lo suficientemente alto como para que la otra chica también le oyese- No era tan difícil…

Estaba hecho…







 








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