Sin muchas esperanzas de éxito, entró en la clase delante de ella, con paso firme, más para impresionarla que para que SU plan funcionase. El objetivo se sentaba en primera fila y tras un instante de vacilación, pues no quería situarse demasiado cerca de un profesor que al no conocerles podría echarles de clase, se dispuso a sentarse justo tras ella. Pero otros dos chicos, estaban sentándose precisamente ahí, dejando junto a él, en la silla inmediatamente anterior a la de la chica. Sin decir una palabra, cedió el paso a Sara, con una mirada que ésta comprendió al instante. Con una seguridad que a él le pareció envidiable para cualquiera del sexo contrario, y un movimiento de caderas que le obligó a mirarla donde la espalda pierde su nombre, se situó junto al chico de la chaqueta y le preguntó con una gran sonrisa si ese sitio estaba ocupado. Ante la evidente negativa de éste, tomó asiento junto a él, justo tras la chica que buscaban.
-¿Cuánto dices que llevas sin entrarle a una tía?
–Dijo a su compañero, que ya estaba junto a ella, en voz baja y cubriendo con
la mano una maliciosa sonrisita.
-Para tu
información-respondió él sin ni mirarle a la cara, garabateando en el dorso del
plano de la facultad. Ni folios les habían dado… -, la última vez fue una chica
la que intentó seducirme a mí. Luego le disparé a la cara. Llevaba horas
tiroteándonos, y en un momento que se paró a recargar, aparecí tras ella.
-El matador de las féminas… aquí esas cosas
funcionan de otra manera…
_No me siento especialmente orgulloso de
ello-siguió él, ignorándola. Presionaba sobre el papel con tanta fuerza, el
bolígrafo empezaba a quebrase.-… Pero
mientras con una mano desnudaba su pecho, con la otra desenfundaba un revólver
oculto en su entrepierna. Un instante más y… Y…
Antes de que encontrara palabras con las que
proseguir su relato, y para relajarle un poco antes de que empezara a gritar o
a llamar la atención, Sara le besó. No en la boca, por supuesto, sino en la
barbilla, justo bajo el labio inferior, tal y como hacían en las películas,
según había oído en alguna parte, pero el efecto fue justo el esperado.
-No te emociones-dijo nada más soltarle-. No es
que crea que lo merezcas, ¿eh?, es sólo para que estos dos dejen de mirarme…
¿Le vas a decir algo, o qué?
Algo confuso, miró a la chica que tenía delante.
Escribía haciéndose la aplicada mientras el chico sentado junto a ella tenía
que conformarse con charlar con su amiga, bastante menos agraciada. Aunque,
según pensó, tratando de evitar la comparación con las otras dos chicas, no
estaba nada mal. Y además, era mucho más simpática… Era la típica amiga
simpática. Llegados sus pensamientos a este punto, no pudo evitar una sonrisa.
Siempre le había hecho gracia ver como todos esos tópicos machistas se cumplían,
pero al comprobar que todo seguía siendo así, que nada había cambiado en el
mundo que hace tiempo había abandonado, volvió a despertar en él todo tipo de
sensaciones, tan agradables como ya olvidadas, hasta ese preciso momento.
-¡Espabila!-Dijo Sara, chasqueando los dedos
antes su cara.
-Sigamos con los tópicos-susurró él, dejando caer
el astillado bolígrafo al suelo-¡Tss! ¡El boli! ¡Pelirroja! ¡Eo!
Ante el caso omiso de la chica, y mordiéndose el
labio presa de un sentimiento bastante similar a los celos, Sara dio una patada
al respaldo de la silla de ésta, que, girándose y con un inocente gesto en su
cara, dijo:
-¿Es a mí? Perdona-recogió el bolígrafo. Y ya
estaba a punto de devolvérselo a su dueño cuando pareció pensárselo mejor y
añadió, dirigiendo la punta del bolígrafo a su boca-… Te lo cambio por tu
nombre…
-¿Lo ves?-interrumpió Sara, claramente molesta y
lo suficientemente alto como para que la otra chica también le oyese- No era
tan difícil…
Estaba hecho…
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