No algo bueno, simplemente algo. Una preocupación, un problema, un
secreto. Un enemigo. Un amor imposible.
Una razón por la que existir. Un sentimiento. No sentía absolutamente nada. Puede
que deseos. El deseo de saber qué desear. Y también vacío. Sí, sobre todo
sentía vacío. Un enorme vacío existencial del que apenas alcanzaba a ver los
límites: otras épocas de su vida, aparentemente lejanas, en las que
sentía…cosas. Pero no, no lograba recordar cómo era eso de sentir.
Estiró el brazo hacia el
escritorio sin levantarse de la cama (ventajas de tener un cuarto pequeño) y
cogió un folio que parecía estar en blanco. Al menos por una cara, pues por la
otra estaba pintarrajeado y lleno de tachones. Se resignó y se quedó con la
parte limpia, pues para coger las hojas sin usar tendría que levantarse. ” ¿Por
qué será considerada un pecado la pereza? Ni siquiera es agradable…”pensó
mientras sacaba de su bolsillo el lápiz sin afilar que siempre solía llevar
encima No sabía sobre qué escribir, el gran vacío de su interior también había
acabado con su antigua creatividad. Cuando se dio cuenta, estaba garabateando.
Otra hoja menos. Como si tuviera qué hacer con ellas…
Volvería a reutilizarla,
seguro. Puede que en ese mismo instante. Sí, quedaba sitio de sobra entre los
incoherentes trazos de su lápiz. Escribiría un poema. Sí, arte mayor, un
soneto. Escribiría un soneto a… Ojalá tuviera a qué o quién escribirle. ¿Al
vacío? No, no funcionaría. O tal vez sí. Pero en prosa. Y en tercera persona.
Sobre todo eso, que parezca que habla de otra persona y que no se note que se
siente así realmente. Empezaría con algo así como “otra vez”, ”de nuevo” o “una
vez más”, repetiría un montón de veces la palabra vacío, como una media docena
de veces. Y acabaría diciendo que no sabía cómo acabar, poniendo unos puntos
suspensivos, por ejemplo…
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