Aún no había cruzado las puertas del hospital, y ya se
sentía peor que cuando entró hacía hora (…y siete minutos, según comprobó en su
reloj. Siempre miraba el reloj). Nunca reconoció su problema, jamás soportó a
su psiquiatra con cara de pedófilo, pero el haber tenido que venir sola justo
hoy no ayudó demasiado. Normalmente, su madre le acompañaba. Le encantaba
eso. Los minutos en la sala de espera, que no era más que un banco en un siniestro pasillo, parecían volar cuando tenías esas
conversaciones madre-hija sobre triviales tonterías como cuando era pequeña.
A pesar de ello, cada vez que se daba cuenta de lo feliz que
era durante esos cinco minutos semanales, lo estropeaba adrede quejándose de lo
primero que se le ocurría y llamándola pesada. No quería que nadie supiera que
disfrutaba, ni siquiera un poquito, de sus visitas al loquero: corría el riesgo
de parecer que fingía sus problemas para llamar la atención en cierto modo
quería que supieran que realmente estaba
enferma, puede que para que le ayudasen, pero jamás reconocería estarlo…
Tal vez debería dejar de pensar en la opinión de los demás sobre su
comportamiento, sus palabras, sus gestos…sobre ella.
Pero precisamente de ahí venían sus obsesiones, sus
problemas, todos sus males. Era un bucle infinito de querer curarse o disfrutar
empeorando, llamar la atención o pasar desapercibida, necesitar amar a
cualquiera de los pocos que se dignaban a dirigirle la palabra a una rarita
como ella, o queriendo odiar a todos
los que le rodeaban, incluyendo tanto a esa extraña cría que le observaba
absorta desde el otro lado del espejo como a ella misma…que no parecían ser la
misma persona, ni remotamente parecidas… su vida podía resumirse a esa sucesión de pequeños
avances y mejorías, y derrumbantes recaídas.
En cuanto pisó la calle se dio cuenta: a pesar de que había
sitio de sobra para aparcar, no vio el coche de su madre esperándole como le
dijo. Seguramente, habría ido a buscar a la estúpida de su hermana mayor que, claramente
con el síndrome de destronada princesa (horrible esta palabra, a la par que
inalcanzable)no hacía más que acaparar toda la atención materna metiéndose en
líos. Y esto era desde que nació ella, siendo la mayor demasiado pequeña para
poder cuidarla, pero también demasiado mayor para olvidar lo bien que estaba sin tener que compartir muñecas, habitación…
y madre.
Miró de un lado a otro, como desorientada, odiándolas a
ambas. Y cuando notó el agujero de su bolsillo por el que había perdido el euro
para el autobús, ese agujero que siempre olvidaba también se odió a sí misma,
por torpe. Apretó tanto los ojos para impedir a sus lágrimas salir que se
mareó, y casi pierde el equilibrio. De
no ser por apoyarse en su propia rodilla, en un gesto y postura tan extraños
como ridículos, habría caído al suelo.
Y entonces, JUSTO entonces, se
le acercó un chico de unos dos años más que ella, bastante mono, por cierto,
preguntando si necesitaba ayuda. Mirando al suelo y poniéndose en pie, negó
rápidamente con la cabeza, pues suponía que, por mucho que se esforzara, no
lograría articular palabra. Aún no sabía si era un gilipollas dispuesto a ofrecerse
a ser el apoyo que tanto necesitaba para seguir adelante, u otro gilipollas que
la compadecía por la cara “de zombi” que le habían dejado las últimas 38 horas (muy
lejos de su récord personal) sin probar bocado ni apenas dormir, pero era mono…
y bastó que le dijera un “¿seguro?” seguido de una sonrisa mientras le tocaba
el hombro, para que cayera desmayada.
…
Despertó ya de noche en una
habitación de aquel horrendo hospital…y por supuesto, el chico ya no estaba.
Duda 1: ¿Las TCA se sienten así? ¿He acertado?
Duda 2: ¿Escribir sobre atormentadas almas femeninas me hace tan gay como Federico García Lorca?
Duda 3: ¿El título es demasiado largo para ser considerado como tal?
Duda 4: ¿Servirá para prólogo para la otra historia de este blog, como la historia de Tannya?
Duda 5: ¿Estas etiquetas aumentarán las visitas? : ana anita mía anorexia anoréxica bulimia bulímica TCA tips 2013 calorías
Más historias.
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